De una cosa se puede presumir en este municipio: de patrimonio. De historia y vestigios.
De un rico pasado que se muestra ante nuestros ojos, sin apreciarlo de gran manera. Desde hace varios siglos, se venían
observando restos arqueológicos en la localidad.
Ya lo venían anunciando los diccionarios y los historiadores del siglo XIX. Sin embargo no fue
hasta la segunda mitad del XX, cuándo estos restos fueron tratados. La primera excavación “de renombre”, la llevó a
cabo el Marqués de Cerralbo, entre finales del S. XIX y comienzos del S. XX. En el paraje conocido como Lazafuera, descubrió
una necrópolis romana. Casi un siglo después se desenterró el resto de la villa. No obstante el gran descubrimiento,
fueron los grabados prehistóricos de la “Cueva de Los Casares”, que desde mediados de los años treinta, han sido dados a
conocer al resto del mundo, dado su inigualable valor. Junto a este yacimiento prehistórico, destacan, además de los restos
romanos anteriormente comentados, la Necrópolis celtibérica del “Cerro de la Virgen” y el poblado hispano-musulmán
de “Los Casares”. Y junto a esto, otros muchos pequeños hallazgos, dispersos por el municipio.
Ya de una época más moderna, destaca el patrimonio religioso, del que el máximo exponente,
es la Iglesia de Santa María Magdalena, junto con las otras dos ermitas, la de la Soledad y la de la Virgen de Armallak,
que en su día fue frontera entre el Señorío de Molina y el Ducado de Medinaceli. Del patrimonio civil, destaca la
Torre de vigía medieval, conocida popularmente como “El Castillo o Palomar”. En otro orden, también es popular la Fuente
de la localidad, o diversas casas particulares, como por ejemplo la gran casona de Carmelo Sanz, situada en la Plaza Mayor.
Además de este patrimonio, no nos queremos olvidar de la arquitectura popular, en forma de parideras o chozones.
En este espacio, os mostraremos un poco más en detalle, todo el patrimonio que esconde la localidad.
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